El papa Francisco pidió ayer perdón por el papel de la Iglesia católica en la “devastadora” política canadiense de obligar a niños indígenas a educarse en internados, afirmando que ello destruyó las culturas nativas, separó a pequeños de sus padres y marginalizó a generaciones enteras con repercusiones hasta hoy.
El arrepentimiento del Sumo Pontífice de mil 300 millones de católicos fue recibido con aplausos por una multitud de los pueblos originarios Primeras Naciones, Metis e Inuit congregada en Maskwacis, en la occidental provincia de Alberta, donde niños indígenas fueron sometidos a un “genocidio cultural”.
La esperada súplica del Papa marca el inicio de un “peregrinaje penitencial” a Canadá, con el que el Pontífice espera abrir una etapa de reconciliación con los pueblos y permitir que las víctimas sanen.
Además, pidió una “investigación seria” de las escuelas residenciales y más asistencia para ayudar a los sobrevivientes y descendientes.
Tras llegar al sitio de la escuela Ermineskin, Francisco entrelazó las manos bajo su barbilla y rezó en silencio antes de ser llevado por caciques indígenas a una asamblea de miles de pobladores autóctonos.
El Papa visitó el cementerio de esta escuela, donde están enterrados algunos de los fallecidos y besó una larga pancarta con los nombres de los hasta ahora cuatro mil 120 nombres de los niños fallecidos que han sido identificados.
Muchos de los asistentes vestían atuendos tradicionales, como faldas y chalecos con adornos tribales. Otros portaban camisas anaranjadas, que se han convertido en símbolo de las víctimas en base al relato de una mujer que recordó que cuando llegó al internado le quitaron a la fuerza la blusa anaranjada que tenía y que le había regalado su abuela, y la obligaron a vestir un uniforme.
Por su parte, el gobierno canadiense admitió que el abuso físico y sexual proliferó en las escuelas cristianas financiadas por la administración que operó desde el siglo XIX hasta la década de 1970.
PAL