Meteorólogos de Europa advierten que el continente podría experimentar un invierno excepcionalmente severo si se combinan una serie de factores atmosféricos poco comunes. Todo comenzaría con una alteración en el vórtice polar, una enorme masa de aire frío que se mantiene sobre el Ártico y actúa como una reserva de bajas temperaturas.
Cuando este vórtice se debilita o colapsa repentinamente, las masas de aire helado pueden desplazarse hacia el sur sin obstáculos. En esas condiciones, la corriente en chorro, una potente banda de vientos en altura que separa las masas cálidas de las frías, cambia su trayectoria y dirige el aire ártico directamente hacia Europa Central. En ese punto, los sistemas de baja presión se transforman en frentes cargados de nieve, mientras que los anticiclones (zonas de alta presión) fijan el clima gélido durante días o semanas.

El papel del anticiclón de bloqueo
Otra de las piezas clave mencionadas por los meteorólogos es el anticiclón de bloqueo, que puede formarse sobre el Atlántico o Escandinavia. Este sistema actúa como una barrera que interrumpe el flujo normal de las masas de aire, forzando a las corrientes frías y húmedas a circular repetidamente sobre el continente.
La combinación de humedad atlántica y aire ártico produce el escenario ideal para un invierno extremo: días de intensas nevadas, heladas persistentes, escarcha incluso en zonas bajas y cielos despejados que mantienen las temperaturas bajo cero.

Una paradoja del calentamiento global
El fenómeno no contradice el cambio climático. Los expertos explican que, a medida que el planeta se calienta, el gradiente de temperatura entre el Ártico y las latitudes medias se debilita, lo que hace al vórtice polar más inestable. Esa inestabilidad puede favorecer brotes de aire gélido que descienden hacia el sur con mayor frecuencia.
Cuando estos frentes coinciden con la formación de un bloque de alta presión, el resultado puede ser un invierno prolongado, con nevadas que superen los niveles habituales y temperaturas que descienden drásticamente. Además, los océanos más cálidos aportan mayor humedad a la atmósfera. Al chocar con el aire frío del norte, esa humedad se convierte en precipitaciones más intensas, lo que explicaría por qué, pese a los inviernos templados en promedio, Europa sigue experimentando ocasionalmente fríos extremos.

Escenario posible: un invierno histórico
Según los modelos meteorológicos citados, si en los próximos meses se forma un sistema de alta presión estable sobre el Atlántico Norte, el vórtice polar se debilita y el aire frío de Siberia se desplaza hacia el oeste, Europa podría afrontar un episodio de frío prolongado ya en el siguiente invierno.

El informe advierte que el suelo europeo no se encuentra completamente congelado tras varios años de inviernos suaves. Por ello, una ola de frío repentina tendría efectos más severos: afectaría la infraestructura, el transporte y la red eléctrica.
Las proyecciones contemplan temperaturas cercanas a –20 °C, nevadas intensas en ciudades grandes y acumulaciones de hielo capaces de colapsar tejados y paralizar carreteras. En algunos países, los ríos podrían volver a congelarse, un fenómeno que no se observa con frecuencia desde hace décadas.

Condiciones que determinarán el invierno
Todo dependerá de la estabilidad atmosférica en las próximas semanas. Si la corriente en chorro se desplaza hacia el sur y el aire ártico logra descender hasta Europa Central, el continente podría enfrentar un invierno de magnitud histórica.
Por ahora, los meteorólogos europeos insisten en que se trata de un escenario posible, condicionado por múltiples variables. Las primeras señales de un cambio en los patrones atmosféricos podrían observarse ya con las primeras nevadas en Alemania, que anticiparían el inicio de una temporada invernal atípica en intensidad y duración.






