Un estudio reciente publicado en Nature Human Behaviour ha revelado que ciertas características visuales de las escenas, como su tamaño, desorden y capacidad de ser recordadas, pueden alterar nuestra percepción del tiempo. En los experimentos, los participantes realizaron una tarea de categorización temporal visual, conocida como tarea de bisección temporal, en la que observaban imágenes y decidían si cada una se presentaba durante un intervalo “corto” o “largo”.
La investigación se centró en un aspecto menos explorado de la percepción sensorial: el tiempo. Aunque el tiempo es fundamental en todos los procesos sensoriales, su percepción —es decir, cómo medimos su transcurso y cómo influye en el procesamiento de otra información sensorial— ha sido enigmática. Esta falta de comprensión presenta tanto un desafío como una oportunidad para investigar cómo el cerebro codifica el tiempo durante el procesamiento sensorial, según indica el sitio psypost.org.
Comparta este artículo
LOS EXPERIMENTOS SOBRE LA PERCEPCIÓN DEL TIEMPO
En los dos primeros experimentos, los participantes realizaron una tarea de categorización temporal visual, conocida como tarea de bisección temporal, en la que observaban imágenes y decidían si cada una se presentaba durante un intervalo “corto” o “largo”.
Las imágenes utilizadas en estos experimentos fueron extraídas de la base de datos Size/Clutter, una colección clasificada por participantes anteriores en función del tamaño de la escena y su desorden. En el primer experimento, se usaron las imágenes tal como estaban, mientras que en el segundo se procesaron en escala de grises y se normalizó su luminancia para controlar efectos de brillo y contraste.
El tiempo de presentación de las imágenes varió en seis intervalos logarítmicos, que iban de 300 a 900 milisegundos. Cada participante vio cada imagen en cada intervalo una vez, lo que resultó en un número significativo de ensayos por persona, intercalados con descansos. El orden de las imágenes se determinó aleatoriamente para evitar que el orden influenciara los resultados. Se pidió a los participantes que respondieran lo más rápido y con mayor precisión posible, presionando teclas designadas para indicar si la duración de la imagen les parecía “corta” o “larga”.
Los resultados mostraron que las escenas más grandes hacían que los participantes percibieran las duraciones como más largas (dilatación del tiempo), mientras que un mayor desorden provocaba la percepción de duraciones más cortas (contracción del tiempo).
En cuanto a la memorabilidad de las escenas, el tercer experimento replicó la estructura de los dos anteriores, pero se centró en cuán memorables eran las imágenes. Se extrajeron de un conjunto de datos a gran escala sobre memorabilidad (LaMem), que contiene miles de imágenes clasificadas según su capacidad de ser recordadas. Las imágenes seleccionadas representaron un rango de puntuaciones de memorabilidad y se presentaron en siete duraciones espaciadas logarítmicamente.
Los participantes nuevamente participaron en la tarea de bisección temporal, categorizando la duración de cada imagen como “corta” o “larga”.
Wiener y sus colegas encontraron que las imágenes con puntuaciones más altas de memorabilidad se percibían como más duraderas que aquellas menos memorables. Además, estas imágenes memorables no solo parecían durar más, sino que también se categorizaban con mayor precisión como “cortas” o “largas”.
El experimento final implicó que los participantes realizaran una tarea de reproducción de duración. En este caso, observaron una imagen durante uno de siete intervalos de tiempo espaciados linealmente (que iban de 500 a 1000 milisegundos) y luego intentaron reproducir esa duración presionando y manteniendo un botón durante lo que consideraban un tiempo equivalente. Esta parte del experimento buscaba evaluar cómo la memorabilidad de una imagen podría influir en la precisión de la reproducción temporal.
Tras completar esta tarea, los participantes regresaron al día siguiente para una prueba de memoria sorpresa. Se les mostraron las mismas imágenes de la tarea de reproducción de duración, combinadas con un número igual de imágenes nuevas, y se les pidió que indicaran si recordaban haber visto cada imagen el día anterior. Esta sección del estudio estaba diseñada para explorar cómo la duración percibida de una imagen influye en la evocación de memoria real.
Los hallazgos sugieren que “tenemos un sentido ‘visual’ del tiempo que puede distorsionarse o alterarse según lo que observemos, lo que podría permitir que el cerebro recopile más información cuando sea necesario”, explicó Wiener a PsyPost.