miércoles, octubre 16, 2024

Los barriletes de Sumpango y Santiago Sacatepéquez: Tradición llena de color y misticismo

Cuentan los abuelos que cada 1 de noviembre, en el día de muertos, los espíritus malignos invadían el cementerio de la comunidad.

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Guatemala es una tierra de leyendas y tradiciones. Desde la gastronomía, las creencias y los rituales que se realizan, van cargados de misticismo y entre estas costumbres están los barriletes gigantes que representan una conexión entre la vida y la muerte y que permiten honrar a quienes ya han partido al más allá.

Desde el mes de octubre se comienzan a ver en distintos lugares a los niños volar barrilete, repitiendo un ritual milenario. Mientras que otros inician con los preparativos para adornar pintar y decorar las tumbas con flor de muerto y ramas de ciprés para que estén listas el 1 y 2 de noviembre. En esta fecha también se lleva a cabo el Festival de Barriletes gigantes que Sumpango y Santiago Sacatepéquez, un pueblo que se encuentra muy cerca de la capital.

Cuentan los abuelos que cada 1 de noviembre, en el día de muertos, los espíritus malignos invadían el cementerio de la comunidad. Esta situación hacía que las almas de los muertos vagaran por las calles, debido a la incomodidad que esto les ocasionaba.

Preocupados, quienes vivían ahí preguntaron a las personas mayores cuál podría ser la solución a ese problema, y la recomendación fue forzar la retirada de los espíritus poniendo trozos de papel contra el viento. Así, los pobladores se dedicaron a construir objetos voladores que con los años se convirtieron en papalotes o barriletes.

Esta tradición ha ido evolucionando, ahora los habitantes fabrican impresionantes barriletes de varios metros de altura, elaborados con papel de china y bambú. Llenos de colores y simbolismo, se elevan al cielo como una forma de comunicación con los seres queridos fallecidos.

“En 1745 fue cuando se empezaron a elaborar los primeros barriletes para espantar los malos espíritus que invadían los hogares y el cementerio general el 1 y 2 de noviembre, se elaboraban en pequeños tamaños y los flecos hacían ruido con el viento para ahuyentar a los malos espíritus y raíz de eso, reinó la calma en el camposanto. Con el tiempo fueron incrementando de tamaño los barriletes y hoy en día se realizan barriletes de 20 metros de altura, con bastante colorido y mensajes. ha servido como un medio para que los jóvenes expresen al mundo su arte y pensamiento”, explicó Roberto Yocuté, anciano del pueblo.

Yocuté agregó que el 1 de noviembre, muy temprano todas las familias se encaminan al cementerio, llevando flores, coronas, frutas cocidas y atoles para convivir sobre las tumbas de sus difuntos, pero antes de eso, ya dejaron adornadas las puertas de sus casas, con la flor de muerto, esto en señal de que ahí hubo una persona que ya está descansando y que ya partió al viaje sin retorno.

Mientras que don Juan Pascual, otro anciano del pueblo, indicó que le gusta que todo esté evolucionando.

“Cuando nosotros éramos pequeños, no existía papel de china, se elaboraban con papel sencillo. Ahora elaboran barriletes más grandes, pero no vuelan porque pesan mucho. Antes son pequeños, apenas se miraban en el cielo y esos llevábamos al cementerio”, contó.

Este magno evento cultural y espiritual atrae tanto a turistas locales como a extranjeros que llegan a apreciar el arte, pero sobre todo a participar en esta fiesta a los difuntos.v

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