En ocasiones, la vida nos sorprende con desafíos inesperados que ponen a prueba nuestra fuerza y determinación. La historia de Joanne Reilly, una valiente mamá primeriza de Swinton, Manchester, en Reino Unido, es un ejemplo de resiliencia y amor inquebrantable.
A sus 35 años, Joanne disfrutaba de un embarazo relativamente tranquilo, esperando con emoción la llegada de sus mellizos. Sin náuseas excesivas ni antojos extraños, Joanne estaba agradecida por cada momento de su embarazo. Sin embargo, la vida daría un giro inesperado cuando, a las 23 semanas de gestación, se presentó en su examen médico de rutina.
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Una noticia inesperada
Nada parecía fuera de lo normal en esa cita médica, pero una semana después, en enero de 2019, Joanne y su pareja, Anthony, se vieron forzados a correr al hospital St. Mary’s de urgencia. Horas más tarde, Joanne estaba en trabajo de parto.
El 10 de enero a las 4:43 de la madrugada, Dylan llegó al mundo con un peso de apenas 737 gramos. Este valiente bebé estuvo al borde de la muerte e incluso sufrió un paro cardíaco a los 30 minutos de nacer. Joanne describió el momento como “muy traumático” mientras veía a su pequeño luchador en la unidad de cuidados intensivos neonatales.
El segundo capítulo de esta historia comenzó dos días después, el 12 de enero a las 10:39, cuando Oscar nació con un peso de 907 gramos. A diferencia de su hermano mayor, Oscar llegó al mundo sin complicaciones médicas, a pesar de haber nacido dos días después.
Joanne, una madre valiente, se enfrentó a una dolorosa separación de sus bebés durante los primeros meses de sus vidas. Sin embargo, su amor y paciencia se mantuvieron inquebrantables. A los tres meses de edad, Dylan y Oscar comenzaron a compartir una cuna.
Hoy, a los tres años y medio, estos valientes mellizos son inseparables. Joanne los describe como “delicados y débiles”, pero su vínculo fraternal es una fuente de fuerza y alegría. “Son muy conscientes de que son gemelos, no pueden permanecer el uno sin el otro. Si uno sale de la habitación, entonces el otro llora. También les encanta molestarse mutuamente”, compartió Joanne.