Los cementerios y las iglesias tienen algo en común: imponen. Quién sabe si es la esperanza humana de que exista algo más allá de la existencia o la reverencia de la fe con la que están construidas, pero existe un sentimiento que no importa el credo que tengas, siempre se recibe con una especie de escalofrío.
Hay un lugar en el mundo que, al unir ambas sensaciones, es sencillamente indescriptible. Los pasos resuenan con un eco que parece reconocerse a sí mismo en el silencio, en la incredulidad de lo que se ve.
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Y es que aunque no es el único osario que existe en el mundo, el de Sedlec, a pocos minutos de la ciudad checa de Kutná Hora, ofrece una dramática mirada artística a eso que todo mundo, de una u otra forma, teme: la muerte.
Literalmente miles de huesos, provenientes de decenas de miles de cadáveres, fueron transformados en algo que puede parecer aterrador o fascinante: piezas de arte hechas no para el disfrute humano, sino para generar la piedad divina.
Con la bendición de Dios
En su momento, Kutná Hora fue una de las ciudades más grandes del mundo, albergando a más de 80 mil habitantes en su época de mayor esplendor. Un señor feudal, llamado Miroslav, quiso que su gente tuviera una bendición cercana siempre, así que donó a la Orden Cisterciense un gran espacio para que creara un monasterio.
Sin embargo, a la muerte del noble le siguió el declive del recinto religioso, pues ya no recibía las donaciones que le permitían funcionar adecuadamente. Pero bien dicen que Dios aprieta, pero no ahorca, y un monje descubrió un importante depósito de plata, que volvió rico al monasterio.
A finales del siglo 14, un abad llamado Heidenreich recibió el encargo del rey de Bohemia de ir a Tierra Santa, con el objetivo de conseguir reliquias santas. Lo que llevó fue un poco de tierra del huerto de Getsemaní, donde Cristo padeció la Pasión, misma que regó en las tres hectáreas de cementerio con el que contaba la abadía.
De inmediato se corrió la voz y miles de personas eligieron el camposanto de Sedlec como el lugar de descanso eterno, pues se supone que estarían más cerca de Dios. Literalmente, la gente se moría por ocupar un espacio.
Un montón de huesos
Con el tiempo, la cantidad de personas que querían ser enterradas en este camposanto, el primero con tierra de Jerusalén en Europa Central, rebasó las expectativas, por lo que algunas tumbas antiguas fueron desalojadas para permitir la llegada de nuevos cuerpos.
Las cosas empeoraron rápidamente: durante el siglo 14, una hambruna causó la baja de 20 mil personas, solo en Kutná Hora, luego, la peste negra provocó la llegada de 30 mil muertos más, a ello se sumaron 10 mil cadáveres más producidos por las Cruzadas y una cifra similar aportada por las guerras husitas de mediados del siglo 15.
Esto generó un nuevo problema: ¿qué sería lo más cristiano de hacer con los huesos? A uno de los religiosos se le ocurrió una solución magnífica: como deben descansar bajo tierra, los restos mortales podían resguardarse en una especie de bodega, en un osario.
Así nació la hermosa capilla gótica de Todos los Santos, en cuya parte superior se realizaban misas de forma normal, mientras que los huesos descansaban en santa paz en el subsuelo.
La belleza de todos aquellos que vamos a morir
Los cistercienses que resguardaban la propiedad tampoco la pasaron bien. Durante el siglo 13, hubo una masacre de monjes que terminó con la abadía quemada, y en 1783, el emperador José II decretó la disolución de la orden, vendiendo todas sus propiedades.
Podría ser un milagro o solo una afortunada coincidencia, pero los terrenos y el viejo osario de Sedlecfueron adquiridos por la familia Schwarzenberg, que decidió reformar el edificio para hacerlo digno de la tierra santa en la que se erigía.
Así, primero el arquitecto Jan Santini-Aichel le confirió al osario un discurso piadoso, propio de la época, y un estilo barroco. Pero fue su sucesor, František Rint, quien transformó el osario en la macabra maravilla de hoy en día.
Empleando los huesos de las miles de personas que se apilaban en la construcción, Rint realizó candelabros, decoraciones, pilares, cálices y otras aplicaciones en el osario que, de acuerdo con expertos, se convirtió en una especie de celebración de la victoria de la Muerte, al menos momentáneamente, al tiempo de una advertencia: todos vamos a morir.
Esperanza de resurrección
A pesar de su aspecto aterrador, el osario de Sedlec no es una fantasía de la Muerte, todo lo contrario: los conjuntos en los que fueron utilizados los esqueletos tienen que ver más con una profunda fe en la resurrección.
Las cuatro pirámides de huesos, por ejemplo, simbolizan el camino al cielo, coronadas con las puertas al paraíso, mientras que el espectacular candelabro simboliza la luz y la esperanza. Los ángeles que flanquean las puertas rinden homenaje a quienes nos acompañarán en el Juicio Final.
¿Qué hacer en Sedlec?
La visita al osario es un imperdible si visitas la República Checa, de hecho, es el segundo punto turístico más visitado en la nación centroeuropea. Hay recorridos guiados, tanto diurnos como nocturnos, en los que conocerás todo sobre este punto encantado.
En las inmediaciones está la ciudad de Kutná Hora, considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad, por lo que aprovechar para visitar sus calles y disfrutar la comida local es algo que debes hacer.